Sábado Santo 2019.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Dos intensos días.



El día uno de noviembre, a las diez en punto de la mañana, abría sus puertas el Santuario de Nuestra Señora de la Soledad. En el, bastantes novedades y estrenos, la Virgen, en su camarín vestida con su manto y saya de gala. El camarín, sin cristal, estrenaba una nueva decoración, a base de tela roja, así mismo, una nueva iluminación, más acorde con los nuevos tiempos. 

Se estrenaban también dos cortinas del mismo tono rojo. A los pies de la Virgen, el Cristo yacente, sobre un túmulo rojo,  semicubierto con una sabana blanca. El altar estaba solamente iluminado con velas,  desprovisto de flores o cualquier otro adorno,  resaltando la sobriedad de la cofradía,  haciendo ver sobre todas las cosas, el dolor de la Madre que tiene a su Hijo muerto a los pies.

Fueron muchísimas las personas que visitaron el Santuario,  muchísimas las oraciones, todo envuelto en el olor del incienso y en la música de Marco Frisina.

El día dos, como todos los años, se celebro a las doce del mediodía,  en la explanada del  cementerio la Misa por todos los difuntos, sobre todo, por aquellos que no tienen a nadie que rece por ellos. La Junta de Gobierno preparo un Altar sobrio, exento de adornos, simbolizando la frialdad de la muerte, pero con seis candelabros alumbrando, símbolo de la resurrección de Cristo, que por el bautismo se extiende a todos nosotros.

Una muchedumbre asistió, con enorme respeto a la Santa Misa, oficiada por el Consiliario de la Cofradía el Rev. P. D, David Ruiz Rosa.

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